VILLA LA GAVIOTA
En Brinkman Fine Real Estate solemos decir que una casa es algo más que una casa. Es un hogar, un santuario; es familia; es carácter, una identidad, una amistad. Y a veces, también es una obra de arte.
Villa La Gaviota más que una obra maestra de la arquitectura, es una gran extensión escultórica que rinde homenaje al paisaje, al mar y al esplendor de las colinas alicantinas de Altea. Apareciendo desde arriba como una blanca bandada de gaviotas a punto de volar, desde dentro, La Gaviota casi baila, una coreografía de espacio y aire y cobijo, de luz y sombra y forma.
"Creo que la arquitectura, para bien o para mal, influye mucho en la vida humana", explica Alberto Rubio, que diseñó La Gaviota -una de sus primeras "casas para pájaros"- en 1998. "La idea es que una escultura se concibe como algo para ver, pero no para vivir. Mi idea es que la gente tiene que vivir en la escultura, y cuando haces tu vida en una casa escultura como ésta, entonces creo que tu vida cambia". Si el mejor arte es una fusión de inspiración y armonía, también lo es una vida vivida dentro de una obra de arte como ésta: una escultura como casa, como hogar, con las líneas inspiradoras y las curvas armoniosas, los tonos suaves y el amplio abrazo que es Villa La Gaviota.
La propia casa cambia con la presencia de los que están dentro, a medida que las sombras y la luz a lo largo de las horas crean nuevas líneas, nuevos contornos, entre las alas ascendentes y los arabescos del espacio. Sus formas reforman tanto la casa dentro del paisaje como el paisaje dentro de la casa. "Para mí no hay interior ni exterior", dice Rubio. "Se trata de que el contenido y la forma sean la misma cosa. La casa tiene que estar integrada, tiene que ser holística, desde cada rincón de la casa hasta el centro.
Nacido en Montevideo (Uruguay) en 1954, Alberto Rubio se trasladó a Mallorca a los 25 años. Gran parte de su obra refleja la alegre libertad del paisaje de la región, pero también se ha visto influida por sus numerosos viajes y por su comprensión innata de los vínculos que unen la arquitectura, el paisaje y la cultura. En este sentido, ha afirmado que la arquitectura de México es para él "la mejor arquitectura del mundo", gracias a su espectacular colorido, la exquisita artesanía local y el cuidado de los detalles.
La Gaviota, con sus 700 metros cuadrados de espacio habitable repartidos en 4.000 metros cuadrados de jardines y acantilados con vistas al mar, celebra la unión de los amores de Rubio: la artesanía y la atención al color y al detalle que venera en la arquitectura de México con el amplio espacio y la libertad de Altea Hills. Los tonos blancos y terracota de la casa rinden homenaje, dice, a los colores del Mediterráneo: "Son el color del mar, del cielo, de las rocas", explica. Pero el propio uso del color, junto con detalles cuidadosamente elaborados y a menudo sorprendentes, son un homenaje a México. Aquí y allá, por toda la casa, por ejemplo, una ola inesperada aparece y reaparece en la carpintería, un elemento que se repite por todas las habitaciones en paredes, estanterías e incluso mobiliario. "Los pequeños detalles pueden ser muy significativos", dice Rubio. "Así que la idea es añadir pequeños toques para llamar la atención sobre ciertas piezas, y recordar que la vida no es una cosa tan seria".
Exuberantes jardines, plantados con plantas mediterráneas y palmeras, rodean un gran dormitorio principal y cuatro espaciosas habitaciones de invitados con terrazas, todas con baños en suite de terracota y mármol. Un apartamento independiente alberga al personal permanente. Una piscina infinita y varias terrazas dan al mar, fusionando casa y paisaje, agua, tierra y cielo. Otra piscina de poca profundidad se diseñó para que los niños pudieran nadar sin peligro. Bajo la propiedad, en las profundidades de las rocas, hay una bodega excavada para almacenar vinos.