Una arquitectura conectada a las emociones

Nuestras viviendas deben reconfortarnos, darnos esta paz que sólo podemos encontrar en nuestro hogar. Los arquitectos saben que los espacios que han de construir deben perseguir este objetivo. Pero luego están los hoteles, las oficinas, los muesos, los edificios gubernamentales, … Cada edificio tiene una función en la sociedad, pero más allá de su funcionalidad, cada edificio debe conectar con los ciudadanos de una forma más íntima. La arquitectura debe transmitir emociones. Por eso nació a mediados del siglo XX, la Arquitectura Emocional, cuyos exponentes más importantes fueron Mathias Goeritz, arquitecto polaco afincado en México y responsable del Manifiesto de la Arquitectura Emocional, y el mexicano Luís Barragán, probablemente el mayor creador de este corriente arquitectónico. Para entender mejor el concepto de arquitectura emocional solo hay que conocer la siguiente frase atribuida a Goeritz: “Sólo recibiendo de la arquitectura emociones, el hombre puede volver a considerarla como un arte”.
Uno de los primeros edificios representantes de este movimiento es el Museo Experimental El Eco (Ciudad de México), museo creado y diseñado por Mathias Goeritz, el cual es un espacio pensado para ofrecer al visitante una experiencia única, que le diera a la visita al museo la categoría de acto emocional. Los edificios de Goeritz son concebidos como esculturas penetrables. Actualmente este museo es un lugar de encuentro para las artes y para el desarrollo de conocimiento cultural.
Otro de los edificios más emblemáticos de la Arquitectura Emocional es la Casa Luís Barragán, el hogar y taller donde el arquitecto vivía y trabajaba para levantas sus proyectos artísticos. Esta casa está considerada Patrimonio Mundial de la UNESCO. En este caso, el impacto al entrar en la casa es total por el fuerte amarillo que inunda toda la casa. Los diferentes espacios de la casa están diseñados para dar distintas sensaciones, desde cierta opresión producida por estrechos y largos pasillos hasta la libertad que transmiten los grandes ventanales de los salones.
También de Luís Barragán es la Casa Gilardi, una vivienda unifamiliar para la familia Gilardi en la colonia San Miguel Chapultepec de la ciudad de México. En esta casa, el espacio cambia constantemente por la forma como trabaja el color, el agua y la iluminación en conjunto. Estos elementos crean un espacio lleno de armonía que brinda nuevas sensaciones cuando el color de las paredes se refleja en el agua y cuando el color va cambiando durante el día por la iluminación natural que ingresa desde el exterior para crear un ambiente especial.
La Arquitectura Emocional aplicada a otros sectores
Lo que queda claro es que la Arquitectura Emocional ha influenciado en muchos arquitectos a la hora de pensar y ejecutar sus proyectos. De hecho, actualmente las directrices apuntadas en el manifiesto de Goeritz no sólo son seguidas por arquitectos, sino también por diseñadores, interioristas o decoradores, artífices también de la transformación emocional de los espacios. Algunos ejemplos los podemos encontrar en Hervé Descottes, diseñador de luces francés, quien creó en el vestíbulo del Hotel Conrad New York un espectacular montaje de luces LED que cae sobre mural Loopy Doopy de Sol LeWitt con tonos que van desde azules profundos a púrpuras cada 20 minutos.
También se consigue transmitir emociones profundas a través del color y las texturas. Y eso lo sabe muy bien el diseñador Nick Troubetzkoy, quien en el resort Montaña Jade en la isla caribeña de Santa Lucía diseñó las piscinas infinitas de las suites con unas baldosas de vidrio prismáticas con superficies iridiscentes texturizadas, brindándoles un brillante efecto similar al cubo de Rubik. Esta combinación de colores se extiende al resto de la personalidad de las habitaciones, y los huéspedes a menudo solicitan alojamiento en un tono específico. Sin duda un hotel donde el turista elige el estado emocional en que desea estar.