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Firmar como avalista en un préstamo hipotecario tiene implicaciones muy importantes para nuestro patrimonio presente y futuro, si el titular de la hipoteca no paga puntualmente el banco.
Pau A. Monserrat

El caso más típico y dramático es el que nos narra Carmen en los comentarios de la entrada sobre la hipoteca con dación en pago de Bankinter: los padres avalan a los hijos. Éstos se quedan sin trabajo y no pueden hacer frente a los pagos de su hipoteca. Si los ingresos de los padres tampoco son suficientes para hacer frente a las cuotas, el banco ejecuta la hipoteca y se adjudicará la vivienda por el 60% de su valor, si queda desierta (nadie más puja por la casa). El resto de la deuda se podrá seguir exigiendo a los hijos, y a los avalistas.

Además el banco puede intentar cobrar primero de los avalistas antes que de los titulares, ya que se firma un aval solidario, con renuncia a los beneficios de orden, división y excusión. Eso quiere decir que ante el banco, respondemos exactamente igual que los titulares. Puede ir contra nuestro patrimonio antes que contra el de los hipotecados, si quiere.

Es habitual que los padres avalistas tenga una vivienda ya pagada, libre de cargas. Para la entidad financiera es mucho más beneficioso intentar cobrar embargando la vivienda libre de cargas que ejecutando la hipoteca (si se contrató en los tiempos de boom inmobiliario y ahora el bien ha perdido valor).

Lo que estamos intentando explicar es que no existe el llamado «aval con nómina«. Muchos avalistas pensaban que al sólo aportar los últimos recibos de su nómina o pensión al banco, y no las escrituras de su casa, su patrimonio quedaba a salvo. Que solamente se les podría embargar la nómina, como mal menor. Pero no es así.

El avalista responde ante el banco de toda la deuda hipotecaria, con todo su patrimonio presente y futuro. Exactamente igual que los hijos que compraron la casa. Y lo único que les queda a los avalistas una vez el banco se ha cobrado su deuda, es intentar recobrarla de los hipotecados (lo cual no es muy factible si son los hijos y no tienen ingresos).

Es duro decirle que no a un hijo que quiere comprarse una casa, pero más duro es perder el equilibrio patrimonial de toda la familia. Tenemos que volver a los tiempos en que para plantearse adquirir una vivienda en propiedad al menos se tenía para los gastos. Y nada de avalar, se tiene una deuda y no se es propietario.

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